viernes, 15 de agosto de 2008

LA ROCKOLA: Y dale alegría, alegría a mi corazón


La Rockola


Rodolfo no vino al mundo, fue mas bien el mundo que se estrelló con él de un porrazo y definitivamente para siempre. No cumplía el año y su madre ya lo abandonaba por un maldito cáncer, pero dejándole en las venas los genes musicales de los que ella misma hacía gala cuando posaba sus delicados falanges sobre las teclas. La música no le llegó por formación académica, se formó en el útero con sangre, sudor y lágrimas, como todo aquello que realmente cuesta tener en esta perra vida.


Rodolfo no vino al mundo, fue mas bien el mundo que se estrelló con él. Estaba solo pero su Rosario natal lo arropó cual madre de concreto y cemento que adopta un ser animado para dar vida a su naturaleza muerta. Y fueron tan inquietantes aquellos años, que aún sin terminar la escuela ya había formado varios grupos de incipiente rock, pero fue cuando integró la banda de Baglietto que alcanzó notoriedad.


Rodolfo no vino al mundo, fue mas bien el mundo que se estrelló con él. Su destino estaba marcado para ser un líder y no uno más en medio de todos, por ello los dioses del Olimpo quisieron que el mozuelo tuviera aún mejor preparación y pusieron en su camino al loco de Charly, que lo elogió sin disimulo, traspasándole sin duda algo de su genio y figura.


Rodolfo no vino al mundo, fue mas bien el mundo que se estrelló con él. El infortunio lo siguió y le pasó injusta factura cuando concretaba exitosa carrera en solitario. Un miserable loco --para colmo de males músico frustrado-- asesinó a sus abuelas, aquellas que lo cuidaron de bebé sustituyendo a la madre biológica ausente.


Rodolfo no vino al mundo, fue mas bien el mundo que se estrelló con él. Así como el amor también puede tener título de libro, de autobiográfico y trágico a la vez, las musas inspiradoras de ayer se convirtieron hoy en seres que hacen mejor juego con esa palabra dulce y maravillosa llamada “olvido”. Atrás quedaron Myriam, Fabiana, Cecilia y Romina, pero quedan presentes el adoptivo Martín y la biológica Margarita, sus herederos.


Rodolfo no vino al mundo, fue mas bien el mundo que se estrelló con él. Y si esa nariz aspiró todo aquello que se le apareció al frente, si sus venas soportaron los pinchazos de la aguja y su garganta absorbió todo lo que quiso, ¿acaso alguien se atrevería a reprocharle los motivos?, como ¿acaso alguien podría desconocer en sus últimos trabajos –ahora limpio de cuerpo y alma-- igual creatividad?.


Rodolfo no vino al mundo, fue mas bien el mundo que se estrelló con él. Y nunca pregunta tan necia como aquella que le hicieron sobre su apariencia: ¿Usás anteojos para seducir, con onda intelectual? -No… ¡qué intelectual!… ¡No veo un carajo! Tengo miopía, astigmatismo, y un poquito de presbicia… ¿querés más?.No Rodolfo, no queremos más....

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